En una de las despensas agrícolas más importantes del país, el altiplano cundiboyacense, un joven trabajador social ha viralizado a decenas de campesinos y artesanos, promocionando sus cosechas y productos a través de redes sociales. Con su labor no solamente ha logrado favorecerlos económicamente mediante la venta directa al consumidor, sino también ha enaltecido la cultura rural y contribuido a cerrar la brecha social.
Las precarias condiciones de muchos hogares campesinos es la realidad con la que Andrés Guerrero, el creador del proyecto, se enfrenta a diario. Actualmente trabaja en la Secretaría de Agricultura de Boyacá, por lo que conoce de primera mano sus necesidades y carencias. Pero no las observa desde la barrera. Su familia también es de origen rural, razón por la cual entiende y se identifica con esta población.
En sus acercamientos con la comunidad, Andrés descubrió que uno de los obstáculos que contribuye al escaso desarrollo en el campo es el limitado acceso a las tecnologías; tanto agrícolas - para tecnificar su trabajo -, como de comunicaciones. Partiendo de esta dificultad, decidió ser la voz para conectarlo con el resto del país y visibilizar oficios y costumbres que la globalización tiende a relegar.
Con este propósito nació 'Soy Campesino', una cuenta de Facebook e Instagram que arrancó hace dos años con contados seguidores y ahora acumula cientos de miles, la gran mayoría jóvenes, quienes se dejaron seducir por el sentido social de las publicaciones y la tendencia hacia un consumo sostenible donde prima la compra local y el cuidado al medio ambiente.
“Aprovechamos las redes sociales para visibilizar la realidad del campo colombiano y promocionar sus cosechas. De esta forma se crea un vínculo directo entre los campesinos y los usuarios, favoreciendo a cada una de las partes; pues al saltar la intermediación el consumidor ahorra dinero y el agricultor vende a un precio justo sus productos”, relata Guerrero.
La página, que en Facebook tiene un alcance promedio de 30 millones de usuarios mensuales y en Instagram suma 138.000 seguidores, publica fotos, memes y videos, en los que expone las historias detrás de las familias que viven del agro. La idea es saldar la deuda de un oficio que históricamente ha sido excluido y ahora se enfrenta al desafío de la digitalización, un proceso que puede ayudar a cerrar la brecha o acentuar mucho más las desigualdades.
“Nos dimos cuenta que al mostrar el lado humano del campo colombiano, como una forma también de promocionar sus productos, dignificábamos la labor. Normalmente el campesino era y es visto como un ciudadano de segunda categoría, pero con el trabajo en redes sociales les hemos dado la importancia que merecen en los primeros renglones de la cadena productiva”, señala el creador de Soy Campesino.
En su proceso de consolidación, la causa ha ido sumando apoyos. Karen Alejandra Alba, una joven administradora, y Marysol Munevar, periodista, decidieron unirse al proyecto y aportar desde su campo a la estrategia de visibilización de los agricultores y artesanos. Así mismo, gracias al alcance de la cuenta, actualmente reciben algunos ingresos por publicidad que son utilizados para financiar las visitas a los municipios, veredas y pequeños corregimientos de Boyacá y Santander, departamentos en los que centran su actividad.
Estos son los enlaces para acceder a la cuenta de 'Soy Campesino' en Instagram y Facebook
Crear tendencias para rescatar la cultura
Uno de los casos que demostró el gran impacto del proyecto se vivió en Lebrija, Santander, en septiembre del año pasado. La cosecha de guanábana estaba siendo amenazada por los bajos precios que ofrecían los intermediarios y, ante la impotencia de los campesinos, una líder social decidió contactar al joven boyacense para que a través de la página vendiera la fruta.
El administrador de Soy Campesino fue a la región y grabó un video que explicaba la importancia de comprar a un precio justo el producto y sensibilizaba sobre los esfuerzos y las dificultades de los hogares que subsisten gracias a él. Este contenido rápidamente se viralizó, alcanzando 10 millones de reproducciones, lo que permitió que la cosecha se vendiera en tres días.
Deisy Ardila, líder campesina de Lebrija, aseguró que todavía recibe llamadas de personas interesadas en comprar guanábana o en colaborarles a los agricultores. “La economía se movió mucho gracias a esta página, porque el video despertó sentimientos hacia la fruta y el campesino. Jamás en mi vida había recibido mil mensajes de WhatsApp o cientos de llamadas de colombianos y personas del exterior queriendo comprar o ayudar con donaciones”.
Un efecto parecido produjo el proyecto en los artesanos de Jenesano, un municipio boyacense que se distingue por este oficio. Soy Campesino visibilizó esta labor ancestral y planteó sus productos, entre ellos el canasto de mimbre, como una alternativa sostenible, económica y de alta calidad. Mediante un video en el que explicaba su elaboración, se logró generar interés en los usuarios de redes sociales, reactivando la compra de una artesanía que por su escasa demanda cada vez se fabricaba menos.
“Era muy poco lo que se vendía antes de que Soy Campesino hablara sobre nosotros. Ofrecíamos los canastos en las plazas de mercado, en alguna que otra feria y con el voz a voz”, cuenta Florinda Moreno, artesana boyacense. “Desde que se publicó el video, hemos recibido muchas llamadas de interesados de todas partes del país. Yo no soy muy amplia en conocimientos digitales, pero al ver estos resultados he buscado la forma de aprender y continuar difundiendo a través de las redes nuestros productos”, agrega.
Precisamente, ese es el impacto que espera generar Andrés Guerrero con el proyecto. Tal como lo asegura, “más que ser el único medio digital del campo colombiano, Soy Campesino busca inspirar a todos los agricultores, artesanos y de otros oficios para que empiecen a usar las redes sociales, así sea desde un perfil pequeño, y generen un impacto positivo en su comunidad”.
El siguiente paso para cumplir con este objetivo es enseñar, a través de videotutoriales, el manejo de WhatsApp, redes, pagos digitales y toda la logística para mostrar y vender productos en línea. Sin embargo, se ha encontrado con obstáculos como el analfabetismo tecnológico, la deficiente infraestructura y poca conectividad de las zonas rurales, producto del olvido estatal que durante años han vivido sus habitantes.
“Como en la mayoría de las publicaciones dejamos los números de contacto de los protagonistas de las historias, empiezan a recibir una cantidad de llamadas que les queda difícil gestionar y lo que hacen es apagar el celular. De allí la importancia de hacer pedagogía sobre atención al cliente y manejo de redes”, cuenta Guerrero.
Soy Campesino también contempla hacer un directorio nacional de agricultores para facilitar el comercio en el sector y expandir la red de contactos, garantizando un precio justo a los productos. Además, planea crear una tienda en línea para que los usuarios puedan comprar directamente y se cree otro canal de venta que favorezca la economía del campo.
Mantener el interés de las nuevas generaciones, la clave del progreso
Aún queda un largo camino por recorrer. Sin intervenir las fallas de infraestructura para facilitar el transporte de alimentos, o de conectividad para poder acceder a una red móvil o de internet, es muy difícil que el proyecto pueda generar el impacto esperado y el agro sea una industria competitiva y atractiva para las nuevas generaciones.
“La transformación digital no está dirigida solo para conectar con el citadino, sino para mantener el interés de los jóvenes campesinos, que se ven obligados a abandonar el oficio porque creen que es una labor muy desagradecida, en la que no se producen ganancias y sí incluso pérdidas. Los adultos mayores se están quedando solos en sus fincas ya que sus hijos y nietos migraron a trabajar en las ciudades”, recalca Guerrero.
Su visión no está alejada de la realidad. Un estudio del Dane arrojó que los campesinos del país tienen una edad entre 41 y 64 años e incluso hay zonas en las que la edad promedio supera los 57 años. Por este hallazgo, el Consejo Nacional de Secretarios de Agricultura (Consa) aseguró que en una década no tendremos quien siembre comida en Colombia pues los jóvenes rurales se están yendo.
Casos como el de los artesanos de Jenesano o los agricultores de guanábana de Lebrija demuestran que las bondades de la tecnología son un propulsor del desarrollo social.
Bajo estas circunstancias, cobran relevancia proyectos como Soy Campesino, que si bien no solucionan los problemas estructurales del campo colombiano, brindan herramientas para expandir las oportunidades de este sector.