De acuerdo con una investigación realizada por el medio alemán Deutsche Welle, se llegó a la conclusión de que nuestro cerebro es lo que comemos, esto implica que los alimentos también influyen de manera casi directa en nuestro comportamiento, en nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental, y no solo en los cambios corporales como algunas personas aún piensan.
¿Sabías que una alimentación alta en grasas y rica en azúcares produce cambios a largo plazo en ciertas zonas del cerebro?
En esta investigación realizada por varios científicos y profesionales de la salud a más de 23.000 mujeres embarazadas y sus hijos/as, se demostró que el desarrollo del cerebro inicia antes del nacimiento durante el embarazo, y su óptimo funcionamiento se determina por la alimentación de la madre durante este proceso.
El resultado arrojó respuestas contundentes, las madres que consumieron más comida chatarra y alimentos procesados industrialmente durante el embarazo tuvieron hijos más propensos a la agresión, la ira, la inquietud, las pesadillas y el miedo.
¿Consideras que tu alimentación es saludable?
Hoy en día es común que muchas personas incluyan dentro de su alimentación la comida chatarra, sin tener claridad de las consecuencias que pueden generar estos hábitos alimenticios para nuestra salud en general.
La ingesta de alimentos procesados como hamburguesas, gaseosas, dulces, sopas instantáneas, embutidos, salsas, entre otros, no aportan los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento corporal y neuronal, y por el contrario su consumo excesivo afecta considerablemente nuestra salud.
El pescado graso, el aguacate, las semillas y los frutos secos han sido desde hace mucho tiempo los que más aportan omega 3 en los humanos, pero estos alimentos han dejado de ser parte de las dietas de las personas.
La cantidad de ácidos grasos omega 3 que llega al cerebro es clave para el desempeño de sus células, pues a medida que las membranas absorben estos ácidos grasos, mejoran sus propiedades eléctricas, las neuronas que son ricas en estos transmiten la señal más rápido y la red es más eficaz, en el caso de deficiencia de ácidos omega 3 el funcionamiento del cerebro puede verse afectado.
Es importante asegurarse de una ingesta suficiente de omega 3, especialmente en ciertas etapas, como durante el desarrollo, cuando el cerebro requiere de estos ácidos grasos, así mismo en la adolescencia ya que en esta etapa cambian nuestros hábitos alimenticios, y en la vejez, cuando se absorben menos ácidos grasos omega 3.
Un estudio realizado en los Países Bajos en ocho cárceles diferentes y después de enriquecer su alimentación con vitaminas, ácidos grasos y minerales por tres meses, “examinamos los efectos en su comportamiento. Hubo dos métodos diferentes de medición, primero se les preguntó a los reclusos y al personal que tan agresivos se sentían y que tan agresivos se comportaban, luego estudiamos el registro de incidentes por el cual los prisioneros fueron castigados y resultó que el número de casos de castigo en celdas de aislamiento se había reducido drásticamente”, relata el informe.
En el grupo de presos cuyas comidas fueron enriquecidas el número de incidentes disminuyó en un tercio. Así es que nuestra comida cambia e influye en nuestro estado de ánimo y refuerza nuestros impulsos.
¿Puede la alimentación influir en las decisiones que tomamos comúnmente?
Sí, la alimentación puede influenciar nuestros pensamientos, en pocas horas lo que comemos provoca un ligero cambio en la química de nuestro cerebro y también en la comunicación de nuestras neuronas, esto es suficiente para influir en ciertas decisiones. En el Instituto de psicología de Lübek se confirma que una alimentación incompleta no solo produce un cambio en la función y el comportamiento del cerebro e influye en nuestras decisiones cotidianas, sino que cada vez es más evidente que la alimentación juega un papel vital en nuestro estado de ánimo.
Comida chatarra y grasas malas
Científicos australianos de la universidad de Sidney se ocupan de esta cuestión, Margaret Moris dirige el único laboratorio en el mundo donde las ratas se alimentan con los alimentos producidos industrialmente que se pueden encontrar en supermercados y cadenas de comida rápida barata
La primera consecuencia de esta alimentación las ratas comen porciones el doble de grandes, el animal nunca parece estar satisfecho, sin embargo esa no parece ser la mayor sorpresa ya que se evidenció que las ratas tuvieron afectaciones considerables en su memoria.
Estudios recientes muestran que los alimentos energéticos también dañan el hipocampo humano, se observó por ejemplo que la calidad de los alimentos afecta al tamaño del hipocampo y también al volumen de materia gris y blanca, los primeros estudios de intervención muestran que una alimentación de 4 días con comida chatarra es suficiente para deteriorar las funciones cognitivas relacionadas con el hipocampo.
El consumo de grasas malas y azúcares desencadena una reacción inflamatoria en todo el cuerpo y esto también se propaga a las neuronas, además una alimentación demasiado abundante desequilibra el sistema inmunitario, este se defiende y genera una inflación especialmente en el tejido adiposos, nuestra grasa luego extiende sustancias que extienden esta inflación a todo el cuerpo.
De esta manera la inflamación penetra las meninges y allí causa un fenómeno particularmente sorprendente, en su laboratorio Sophie Layé directora del Instituto NutriNeuro (INRA Univ Bordeaux, Bordeaux INP) demostró recientemente que ciertas células inmunes en el cerebro de sus ratones sobrealimentados las células microgliales comienzan a comerse las neuronas.
La células microgliales en el cerebro son importantes porque comen neuronas muertas, sin embargo, si se descontrolan debido a una alimentación desequilibrada también comienzan a comerse las neuronas vivas, si esto adquiere proporciones extremas contribuye de manera decisiva a la destrucción de las redes neuronales y de las neuronas funcionales que en realidad están sanas.
Los diferentes estudios realizados demuestran que la ingesta de productos muy altos en calorías reducen significativamente el placer del consumidor, haciendo que la misma dosis de azúcar sea menos placentera y así se deba aumentar su consumo.
Por otra parte estudios demuestran que la ingesta de productos saludables como los vegetales, las hortalizas y las frutas dentro de una dieta balanceada puede mejorar la calidad de vida física y emocional de las personas, así lo determinó un estudio en el que se observó mejoras en el comportamiento y el estado de ánimo de pacientes de con depresión severa que adquirieron dentro de sus hábitos una dieta saludable como la mediterránea.
"Hoy en día es común que muchas personas incluyan dentro de su alimentación la comida chatarra, sin tener claridad de las consecuencias que pueden generar estos hábitos alimenticios para nuestra salud en general".