Para poder hablar de sexualidad femenina, se parte de la concepción del término ‘sexualidad’ en general, y de acuerdo con la Organización Panamericana de Salud “la sexualidad se refiere a una dimensión fundamental del hecho de ser un ser humano: Basada en el sexo, el género, las identidades de sexo y género, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva, el amor, y la reproducción. Se experimenta o se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, culturales, socioeconómicos, éticos y religiosos o espirituales.”
Según lo anterior, la sexualidad va más allá de la reproducción y el sexo, ya que esta se encuentra arraigada y determinada por la historia individual de cada persona, sin que haya posibilidad de desvincularnos de ella. Los humanos somos seres sexuados por naturaleza y este es un factor que estará presente durante toda nuestra vida, aunque no siempre con el mismo nivel de intensidad en todas las etapas de la existencia.
Luego de entender qué es la sexualidad como concepto general, se profundizará en la sexualidad femenina, y para ello se pasará por algunos hitos históricos que tienen como propósito brindar algunas luces en medio de la complejidad de este tema.
Hitos históricos
De nómadas a sedentarios:
Cuando el ser humano pasó de ser nómada a sedentario nació la idea de acumular cultivos y pieles, lo que llevó a la humanidad a desarrollar la idea de riqueza, que fue pasando de generación en generación como sinónimo de poder.
Como parte de dicho sistema acumulativo y de riqueza, se resolvió ‘encomendar’ a la mujer a su hogar, con el fin de que ella quedara al cargo de sus hijos, y de paso no tuviera la libertad sexual a la que estaba acostumbrada, ya que para entonces los hijos que heredaban las riquezas debían tener la sangre de su padre.
A partir de allí empezaron a cambiar muchas cosas y las mujeres se convierten en un bien más, tanto es así que en la antigüedad se intercambiaban a las mujeres por bienes con un ‘sello de calidad’ que era su virginidad.
Edad Media
En la edad media el concepto de la virginidad adquirió un sentido más estricto, se definió entonces que hasta no casarse, las mujeres no podían acceder a tener relaciones sexuales; y además de eso solo el matrimonio les brindaba estatus en la sociedad, y si por alguna razón existía adulterio o infidelidad por parte de la mujer, en aquella época se las podía condenar a muerte.
Como si fuera poco, las mujeres debían acceder a tener cuantos hijos vinieran al mundo y aunque eso implicara problemas para su salud, ellas no podían opinar sobre esto.
Más adelante, cuando las mujeres cumplían entre 20 y 30 años y no se habían casado, lo que resolvían era internarse en un convento.
Las mujeres que no se internaban, que desafiaban un poco más las leyes y aprendían cosas que los hombres manejaban mucho mejor, o inclusive, aquellas que afirmaban abiertamente haber experimentado tener un orgasmo eran catalogadas como ‘brujas’ y ahí empieza la conocida cacería de brujas de la Edad Media, durante esta época se ejecutaron aproximadamente a 50.000 mujeres en la hoguera.
Renacimiento
En esta época el arte intentó romper con esos mandatos sobre la sexualidad, y por medio de pinturas como el nacimiento de venus se quiso mostrar esa otra parte de la mujer, la parte más empoderada y sensual.
Sin embargo, el Renacimiento supuso una mejora especialmente para las mujeres de clase media y alta, ya que eran ellas las que podían acceder a la educación ya fuese en artes, ciencia o letras. Cabe resaltar que en esta época aún persistía la idea errónea de ver con muy malos ojos, a aquellas mujeres solteras que superaban los 25 años.
Siglo XIX
Para el siglo XIX teníamos el debut del cinturón de castidad y la pijama marital, una prenda tipo sabana con una abertura en la zona de la vagina para que el hombre no se viera tentado y expuesto a la desnudez de su esposa
Algo cuestionable es que solo el hombre podía decidir cuándo tener relaciones sexuales, si la mujer llegaba a insinuarse se tomaba como una aberración, eso sí, ella debía estar siempre dispuesta cuanto su pareja tuviera el deseo de tener relaciones sexuales.
Aunque ya la historia había subvalorado a las mujeres, en esta época se ratifica con más fuerza la idea de que la mujer es ingenua, ignorante y pasiva, y de acuerdo a esta perspectiva la sociedad promueve la idea de que los hombres son superiores a ellas.
Lamentablemente aquellas mujeres ‘ingenuas, ignorantes y pasivas’ eran aquellas a las que se consideraba buenas mujeres y como método para encasillarlas dentro de estas características, nace la idea del vestido blanco para el matrimonio, como una etiqueta que simbolizaba esa ‘pureza’ que se visualizaba como un atributo de la mujer ideal.
Siglo XX
En este siglo se dio un pequeño giro en torno a todo el tema de la modestia y de la ingenuidad hacia la moda o la vestimenta para poder seducir, por ejemplo, en los años 20’s se revoluciona la moda femenina con el vestido flapper, en los 30s con el vestido de baño de dos piezas y en los años 40’s con el bikini.
En dicha época se comenzó a gestar la idea de que la mujer por medio de la vestimenta podría ser sensual y nacen aquellas mujeres denominadas sex simbol como Marylin Monroe y Sofia Loren. Durante este siglo el giro es otro, se posicionó el mandato de la perfección corporal en la mujer y aunque se habla de mayor libertad, es posible evidenciar que vender la imagen del cuerpo perfecto también es un error.
Durante muchos años la sexualidad ha estado vinculada a la reproducción, la heterosexualidad y el androcentrismo, y por lo tanto la sexualidad femenina era negada o estaba centrada en satisfacer las necesidades y los deseos de los hombres, por lo tanto, producto de esta construcción social las mujeres solo se podían encasillar en dos categorías: la de esposa y madre, o la de amante y prostituta.
Este tipo de hitos en la historia han afectado significativamente a las mujeres hasta la actualidad, porque hasta en los medios de comunicación han vendido la idea de que las mujeres estamos por debajo de los hombres y esto aún no ha cambiado, por ejemplo en los cuentos de hadas de las películas, las princesas cumplen este patrón del que se ha escrito aquí; son mujeres virginales e ingenuas a la espera de un hombre que se case con ellas y les dé cierto estatus, a veces no tienen oficio, ni nada más allá de su belleza y juventud.
Por el contrario, su antítesis está en quienes comúnmente en las películas nos venden como ‘malas’, pero en realidad son mujeres realmente poderosas, que tienen poderes mágicos, su propio castillo, su séquito, son mujeres independientes, empoderadas, seguras e inteligentes; pero por alguna razón no se divisan como algo positivo sino como algo negativo, como algo que no se debería seguir, como esa imagen de la mujer derrotada al final de cada cuento.
Todo lo anterior nos ha afectado como sociedad, especialmente a las mujeres, ya que desde nuestra niñez se reproducen patrones machistas y sexistas, por ello es importante que cada individuo, especialmente las mujeres entendamos la necesidad de romper los parámetros existentes y no reproduzcamos o permitamos que se reproduzcan aquellas conductas que vulneran nuestra integridad.